jueves, 25 de diciembre de 2008

YO ELIJO VIVIR...


YO ELIJO VIVIR...

Etelvino Águila Ojeda

Nadie escoge nacer, pero llegamos a la vida por voluntad de otros, por voluntad de nuestros padres. Normalmente al nacer somos esperados y queridos por alguien, nadie puede decir que nació en desgracia o nació para sufrir, al menos no tenemos conciencia de ello, aunque algunos si desde que tienen conciencias han sufrido por uno u otro motivo, todos los seres humanos nacemos buenos y sanos, me refiero a lo emocional, a lo espiritual., a lo moral. Sin embargo así como crecemos en lo fisco, también crecemos en lo espiritual, en lo emocional y en lo moral, pero debemos considerar que este crecimiento no es espontáneo o natural, no es algo que crece como una planta que bastaría con alimentar, para que crezca, se desarrolle, madure de flores y fruto, en el caso del ser humano necesitamos de los demás para que desarrollemos nuestra capacidad emocional, espiritual y moral. Indudablemente que los primeros en ayudar o influir en el desarrollo de estas capacidades son los padres, o aquellas personas que están cercanas al niño, con quien comparte sus primeros años de vida, sin embargo cuando mas crecen son mas y mas los que influyen en el crecimiento de estas cualidades, y cada vez el circulo de influencia es mayor y mayor, este circulo de influencia podríamos describirla como nuestra dimensión comunitaria, al final es la comunidad la que formara mi carácter, y en ella descansará mi moral y mi espiritualidad, por ello muchas veces aunque tengamos una buena formación o muy buenos ejemplos en nuestro hogar los hijos no siempre son un reflejo de su hogar y muchas veces son mas un reflejo de su medio, y si este medio es bueno o perverso, así será nuestra conciencia moral o espiritual..
Pero nuestra vida es mucho mas complejo que esto, debemos con el tiempo pasar por muchas situaciones, difíciles, grabes, dolorosas, tristes, deprimentes, o por el contrario, gratas, felices, divertidas, amorosas, cariñosas. Para las cuales no siempre estamos preparados, pero forman parte de nuestra vida y normalmente la vivimos con naturalidad, o con entereza, si hay que ser feliz, procuramos serlo de la mejor manera y si hay que aguantar el dolor pues lo hacemos con la mayor entereza. Sin embargo hay un dolor del que no podemos sustraernos y siempre es mas doloroso de lo que creemos, esto es cuando hablamos de la muerte, nunca nadie esta preparado para la muerte y cuando esta se produce en forma inesperada y mas encima si se trata de una persona joven es casi imposible comprender y contener el dolor y la emoción, la tristeza el sufrimiento y de alguna forma a todos nos toca y nos remece, esto es lo que sucedió en estos días al enterarnos de tan trágica noticia de una alumna del colegio San Miguel, y no es nuestro deseo agregar comentarios a un hecho doloroso, sino que por el contrario debemos pensar en que la muerte es parte de la vida, cosa que nos cuesta mucho aceptar, pero es la mayor de las verdades, desde el momento de nacer ya estamos listos y preparado para la muerte y no necesitamos pasar por todo lo anterior, no importa ni mi moral, ni mi espiritualidad ni mi vida emocional, la muerte esta siempre a nuestro lado y en cualquier memento puede pasar a formar parte de mi vida.
Aceptar la muerte es una virtud, cuando esta se espera se enfrenta y se sufre con dignidad y con valor, pero para ello necesito de nuestros valores morales y cristianos, cuando creo mas allá de muerte, cuando mi fe esta puesta en algo superior , cuando confío mi vida a Dios, la muerte es aceptada, sin embargo procurar la muerte, exponerse a ella, tomar riesgos innecesarios, va en contra de esta moral y la espiritualidad de cualquier cristiano, y entonces porque suceden estos inexplicables episodios de aberración, en que las personas concientes o inconcientemente atentan contra su propia vida, pues indudablemente por esta dimensión comunitaria, porque nosotros los adultos no intervenimos en ella, y nuestros hijos crecen en la comunidad y toman valores y desvalores que coartan, destruyen, o tergiversan los verdaderos valores que hacen del hombre un ser feliz, agradecido de la vida y de Dios, por las oportunidad que les da de vivir en esta comunidad, de tener una familia y unos amigos que son su fuerza y su luz en los momentos difíciles.
Por ello el llamado es a los padres, a todos los padres, no dejen que sus hijos vivan en la soledad, en la indiferencia, en la exclusión, en la marginación, hagan que participen de la vida cotidiana y ustedes intégrense a ellos, la comunidad, el barrio, la población, la escuela, la iglesia, les ofrece miles de oportunidades para que sus hijos crezcan integrados, comunicados, acompañados, felices, pero depende de nosotros como podemos hacer para que cada grupo, incluido el de la esquina, el de la calle, el del barrio, el del gimnasio y tantos otros sean grupos de valor, grupos de poder, en que nuestros hijos se sientan protegidos y queridos, somos los adultos los que tenemos que sanar estos grupos con nuestra participación, para poder confiar a nuestros hijos y para que otros confíen sus hijos y no adquieran malos hábitos o valores negativos que los lleven a la autodestrucción, al pecado y a la muerte.

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