sábado, 6 de marzo de 2010

CHAITENAZO, TRAGEDIA DIVINA.


Etelvino Aguila Ojeda

Quizás una de las peores desgracias que le puede ocurrir el ser humano son las tragedias relacionadas con las catástrofes naturales, éstas normalmente son sin previo aviso, imparables e impugnables, donde nos vemos terriblemente impotentes y toda nuestra sabiduría, riqueza, orgullo, fuerza, capacidad , destreza se concentra solo en el mas elemental de los actos de todo ser vivo, arrancar para conservar la vida, si es que somos mas rápido que la naturaleza.
Quizás lo que tenemos mas fresco y mas cercano en la memoria sea la erupción del volcán Chaitén, ver como cientos de personas que lo perdían todo, o casi todo, y como en cosas de horas tuvieron que abandonar y salir arrancando para salvar la vida. Gracias Dios no hubo ninguna desgracia personal que lamentar y le evacuación se consideró todo un éxito y valla que lo fue, luego las medidas adoptadas por las autoridades, facilitando todo lo que estuvo de su parte para hacer menos trágico y penoso este difícil proceso de adaptación de todas estas familias desplazadas de su tierra, proceso que también se consideró exitoso, los alumnos pudieron volver a sus colegios, con sus mismos profesores, en otra estructura eso si, en otro lugar, pero mal que mal su propio colegio, las familias se reunieron y tuvieron acceso a la vivienda, al trabajo, o al menos a un techo donde cobijarse, a todos se le proporciono un bono, para poder subsistir, su municipalidad comenzó a funcionar en Puerto Montt, etc. En definitiva se volvía a una relativa normalidad dentro de esta inmensa anormalidad que fue la erupción del volcán Chaitén.
Pero esta no es la única tragedia que nos a tocado vivir, para todos aquellos que peinan canas y que no son pocos también nos toco vivir el terremoto del 60, considerado el mas grande de Chile y uno de los mas grandes del mundo, con cientos de muertos y destrucción. Eran otros tiempos, sin ONEMI, que se hiciera cargo de la emergencia, sin radio y sin celulares, sin televisión y sin regiones, sin muchos caminos, sin mucha maquinaria y con muy escaso transporte. Definitivamente eran otros tiempos, pueblos enteros desaparecieron de una plumada. Quenuir por ejemplo, cuando fui unos años después al lugar donde había estado el pueblo, lo único que encontré fue la escalera de cemento que daba acceso a la escuela, la base donde se izaba el pabellón patrio y la escalera del reten de carabineros. Del resto ni señas, hasta los muertos habían desaparecido, pues el cementerio que estaba a orilla del mar fue carcomido por la corriente y los huesos vagaron por años sin ser identificados nunca. Ancud, un barrio completo arrancado de cuajo, desde Fátima hasta el fuerte de san Antonio, Maullín perdió toda la calle del mercado, hoy en día aun se pueden divisar algunos estacones cuando baja la marea, donde existió una calle completa con sus respectivas casas que desapareció como por arte de magia, Corral, Valdivia, Mehuin, Bahía Mansa, Calbuco. Etc.
Eso si que fue tragedia, pues no había forma de recibir ayuda como ahora, cada uno debía pescar a su muerto, clavarle cuatro tablas y al cementerio, si tenias a un familiar desaparecido, ayudándolo a sentir, si tenias para comer comías y si no mala suerte, si te quedaste sin trabajo porque se perdió tu fuente laboral, pues mala suerte, a buscarse otro, nadie recibió indemnización, nadie recibió un pago por sus perdidas, nadie recibió nada, en el caso de Quenuir, todos los habitantes que se alcanzaron a salvar trepando hacia los cerros, se fueron a refugiar en los terrenos de Dn. Coche Cárcamo y él generosamente les dono un pedazo de tierra a cada uno para que rehagan sus vidas de alguna forma y por lo que sé jamás nadie le devolvió un peso, ni el estado ni los desplazados de Quenuir. Claro en el momento de la emergencia, alguna ayuda se procuro, pero al mes o dos después ya nadie se acordaba de los sobrevivientes y hubo que salir adelante a fuerza de brazos, trabajo, sudor, lagrimas y hambre. Los que mas ayuda recibieron creo que fueron los que después de haberlo perdido todo recibieron una casa o mas bien unas mediaguas mejoradas en los pueblos azotados por el terremoto que las ubicaron en lugares distantes y poco felices que muy pronto fueron estigmatizados y aunque muchas de ellas hoy subsisten, en los años 60 fueron casi una burla pues fueron ubicadas en tierra de nadie. Pero como no había mas, al mal tiempo buena cara. Quien no conoce las poblaciones gringas, como Pensilvania de Carelmapu, Minesotta de Los Muermos o la Texas de Calbuco, pero cuantas otras se perdieron en la memoria, como kansas, Oklahoma, California, Florida, Colorado, Ohio, etc.
Por eso nos parece sorprendente todo el apoyo que han recibido los habitantes desplazados de Chaitén, y como en vez se tratar de salir de esta situación de desplazados, mas bien luchan por permanecer en ella, pues es mucho mas cómodo, que me paguen el arriendo a que yo pague con mis ingresos, a tener preferencia en la adquisición de vivienda a realizar la burocrática tramitación de cualquier ciudadano, a no trabajar, pues el bono del gobierno es aproximado a $500.000 mientras que en un trabajo común y corriente se paga solo $164.000 o un sueldo mínimo y por un trabajo de empleado administrativo o equivalente los sueldos no pasan de los $300.000 y solo las jefaturas a niveles gerenciales van llegando a los $500.000 por tanto es mas fácil recibir el bono y luchar porque se mantenga que aceptar un trabajo como cualquier otro mortal que no tubo la gracia de estar en Chaitén para la erupción.
Para quienes vivimos el terremoto del 60 y que ahora somos testigos de la erupción del Chaitén, nos parece poco digna la actitud de algunos de estos ciudadanos que aprovechándose de la desgracia pretenden sacar el máximo de provecho a su situación. Pretendiendo que todo se les de y gratis, que el gobierno pague como si fuese la culpa del gobierno la erupción. Y en vez de estar agradecidos de la vida, del gobierno y de Dios por la suerte que les toco vivir. Siguen quejándose por sus desgracia, pero ésta comparado con el terremoto del 60 mas que un castigo parece ser una gracia caída del cielo.

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