viernes, 5 de junio de 2009
CUANTO MIDE EL AMOR.
Etelvino Águila Ojeda
Todos sabemos que el amor es un sentimiento por tanto no se le puede medir físicamente, podríamos decir que no hay nada consistente que medir. Pero inmediatamente alguien saltara y dirá ¡no! Error, hay mucho que medir y muy consistente.
Si preguntamos por allí que es el amor, o más bien que es estar enamorado, la respuesta más común es: “si sientes así como... maripositas en el estomago eso es amor”.
¡Que extraño! Pero muy contundente, “sentir como maripositas” no es algo que se pueda definir, pero si es algo que todos entendemos de una forma u otra. Pero esto nos aleja bastante del amor. Uno no pasa sintiendo maripositas por la vida, pero si tiene toda una vida para amar, el amor es tan grande y tan fecundo que desde el tipo más importante y más grande al más miserable y más pequeño puede hacer uso del amor sin medida.
El problema esta en que es lo que amamos o en donde depositamos nuestro amor.
Como aquel monje que extasiado contempla a la hormiga que con mucho esfuerzo arrastra comida a su madriguera, él con todo su amor por esta criatura de Dios decide ayudarlo y va quitando los pequeños obstáculos que se interponen en el camino del diminuto ser. Mientras se acerca a pasos agigantado un señor con un ramo de flores en las manos, va al encuentro de su amada y sin prestar atención por el monje pasa delante de él pisando a la pobre hormiga. ¿Cómo juzgarlos? El monje habrá colocado su amor equivocadamente o el enamorado se equivoca al no respetar la pequeña vida y si salir al encuentro de su gran amor. Yo tengo mi opinión, pero la importante es la suya.
En lo que todos estamos de acuerdo es que el amor es un “sentimiento”, pero este sentimiento es tan extremo que yo puedo morir por amor o matar por amor. Es decir de héroe o santo a asesino de un solo plumazo.
Pero el amor es tan difícil, es tan complicado, es tan diferente, es tan extraordinario que si queremos compararlo o medirlo con algunos hechos concretos, se vuelve tan fácil, tan simple, tan abundante y tan extraordinario que nada cuesta. Es cosa de ver a la mamá con su hijo en brazos, o al padre Hurtado con su “contento, señor contento” o al papa Juan pablo II, o aquel cuento que decía que una pobre ciega estaba tan triste por no poder ver que comenzó a odiar a todo el mundo y a la única persona que quería era su novio, un transplante de cornea podría devolverle la vista, así es que buscan un donante, al fin hay uno y se opera. Al recobrar la vista ve que su novio es ciego, decepcionada decide dejarlo, él acepta y se va para siempre de su lado, solo le deja una nota, “cuida mucho mis corneas”
Un padre dirá “ el amor son mis hijos” por ellos estoy dispuesto dar la vida. Un profesor dirá, “el amor son mis alumnos, no hay sacrificio que no valga la pena por ellos”. Un músico dirá, “el amor es la música, todos los sentimientos están allí”. Un sacerdote dirá, Dios es el amor, Jesucristo dio la vida por amor. Dios creó todas las cosas por amor, incluido el vil y despreciable hombre, que es capaz de engañar, mentir, abusar, destruir, calumniar, corromper, castigar y matar. Hay muchos ejemplos de amor con los cuales podemos medir o comparar nuestro amor, el de San Francisco por ejemplo con los animales. El de Damián con los leprosos, o el de aquel caballero que estando enfermo en cama en un hospital, a su lado habia otro paciente en peores condiciones que él, no podía ni sentarse ni moverse en su cama, entonces él para ayudarlo en su sufrimiento y hacerle mas llevaderas las horas de dolor, comienza a relatarle lo que sucede afuera, y con lujo de detalles le describe, la calle, los árboles, las flores, los jóvenes enamorados que pasan, los vecinos haciendo sus cosas, los transeúntes metidos en sus tareas cotidianas, cada día se sentaba en su cama y le relataba lo que pasaba afuera, un matrimonio, un funeral, hasta una banda de músicos marchando al sonoro toque de la trompeta y del tambor. Pero un día el Señor lo llamó a su lado y dejo la cama vacía y el corazón de su amigo se sentía más triste sin sus relatos, entonces pidió a la enfermera que por favor lo cambie a la cama de su amigo y le siente mas que sea un instante para que él pueda ver lo que veía su amigo. Pero la enfermera le indico que era inútil, pues esa pieza no tenia ninguna ventana y la ventilación que tenia no daba a ninguna parte solo a una muralla separada a escasos metros de allí.
Quizás esto solo sea cuento, pero no es un cuento lo que hacia Teresa de Calcuta, que por amor a Cristo renuncio a todo para volcar su amor a los más pobres y desposeídos de su patria, y luego a todo el mundo. Claro esto parecerá extraordinario en personas extraordinarias y que se da como rara especie, pero no, cuantas veces nos topamos con situaciones tanto o más heroicas o de absoluta santidad en personas comunes y corrientes, piensen en su madre, en su padre, en su hermano, en algún familiar cercano, en algún amigo, en algún vecino y verán que hay muchos Padre Hurtado al alcance nuestro, muchas Teresas de Calcuta, muchas Teresitas de los Andes, muchos Juan Pablo II, muchos Ceferinos Namuncura, muchas Lauritas Vicuñas, muchos Isidros Labradores pero vecinos nuestros, de carne y huesos, sin estridencia alguna, con sus virtudes y defectos. Que viven y conviven a nuestro lado.
Y si podemos medir el amor, solo basta con tomar la medida de los otros y aplicarlo a nuestra vida, y por sobretodo aplicarlo a nuestro corazón, que es donde se mide en verdad el amor. Definiciones para esto hay muchas, pero la que mas me gusta es la de San Juan que dice “ el amor es comprensivo, el amor es ideal, no tiene envidia, no busca el mal, el amor lo puede todo, todo lo soporta, es caridad, y no me digan que no conocen a nadie con estas cualidades, que no conocen a nadie bueno, comprensivo, cariñoso, sin envidia, que soporta toda su vida, todos sus pesares y quebrantos sin desmayar y sin cambiar. con su mismo amor , con su misma caridad, con su misma humanidad. No es un ser extraordinario, es solo un pariente cercano o un amigo, que Dios coloco a nuestro lado para que podamos con el medir nuestro amor.
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