domingo, 24 de julio de 2011

EL PADRE RONCHI.

Hoy cuando es fácil hacer criticas a la iglesia y no abundan muchos los ejemplos de bondad y de santidad de grandes “pequeños hombres”. Me viene a la memoria como un ejemplo reconfortante el padre Ronchi. Italiano de nacimiento y chileno por adopción, se vino desde muy joven a trabajar al vicariato de Aysen en la patagonia sur de Chile. Pero este territorio pronto le quedó chico y comenzó a caminar hasta donde sus fuerzas lo podían llevar, así visitaba no solo su parroquia, no solo su vicariato, sino que incursionaba constantemente en verdaderas rondas apostólicas por el Obispado de Chiloé, por al Arzobispado de Puerto Montt y por varios lugares de la republica Argentina que son colindantes con esta zona sur austral de Chile.
El fue el ultimo cura que conocí que usaba regularmente sotana, su muerte solo se sucedió hace algunos años atrás. Estamos hablando de un cura de nuestros días. Cuando lo conocí me sorprendió, un hombre alto, fornido de cara redonda, casi tosco, pero de voz agradable, casi humilde, con un saco de arpillera en las manos, (nosotros acá decimos papero) llega a mi oficina y me pide agua caliente, y luego comienza a sacar de su saco: Actas de bautismo, expedientes matrimoniales, actas de confirmación, estola, un cáliz, ropa y en el fondo algo de comida, un pan, una rebana de queso y su mate. Luego pide un baño y con un rápido pero escrupuloso aseo esta listo para presentarse ante el arzobispo.
La primer vez me pareció simpático, luego comencé a saber mas y mas de este sacerdote que recorría todo el sur de Chile, guiado solo por sus pies y la “divina providencia” , congregación al la que pertenecía. El nunca tubo vehiculo ni se subía a un bus si no era estrictamente necesario, cada vez que tenia que moverse de una comunidad a otra, solo tomaba su saco papero con sus cosas y emprendía el camino caminando tranquilamente, dejando todo en las manos de Dios. Si lo pillaba la noche dormía, si tenia que comer comía, pero nada lo apartaba de su objetivo, parece que Dios siempre dispuso en su camino, un vehiculo que lo acercara, una casa donde pasar la noche, un caballo para sus pies cansados, pero siempre llegaba a tiempo en el lugar donde se le estaba esperando, fundo pueblos y villas, doto de luz eléctricas a muchos villorrios, agua, y cuanto haga falta para vivir y sobrevivir en los difíciles lugares del sur austral de Chile, azotados permanentemente por el viento, el agua y la nieve.
Creó muchas obras de beneficencia y entre ellas con gran orgullo se contaban las radios MADIPRO (Madre de la Divina Providencia), en Aysen, con una experiencia primero comunitaria en el lago Carrera y luego en un basto territorio de la diócesis de Chiloé y Puerto Montt las que al transmitir en cadena se convertirá en la mas potente voz de la iglesia en el sur de Chile. Resultaba increíble toparse con una radio Madipro, en una isla remota o en un villorrio apartado, donde muchas veces faltaba de todo, pero estaba presente la radio, que con su antena le daba otra personalidad e importancia a esas personas que se sentían no solo protegidas sino que considerados parte fundamental de esta iglesia y de este territorio.
Se cuenta que una vez se le envió de su querida patria Italia una antena satelital para una de sus radios. pero por un problema existente en Chile en esos momentos, la antena fue a parar a Uruguay, y el solo dijo “no importa, yo lo voy a buscar” y tomando su saco de arpillera emprendió la marcha, nadie creyó que lo decía en serio, pues nadie podía imaginarse que alguien pudiera caminar desde el sur de Chile hasta Uruguay, pero el paso a paso se fue alejando y por bastante tiempo no se supo nada de él, hasta que un día el menos pensado, llego a la zona de Aysen con su antena, no se si él alguna vez contó esta ventura, pues no era de los que contaban muchas cosas de si mismo, pero nadie se a podido explicar como pudo llegar a Uruguay, rescatar esa antena, trasladarlo por todo el suelo Uruguayo, cruzar todo el territorio Argentino hasta llegar a Chile. Pero la verdad es que lo hizo y la radio y la TV Madipro dan fe de ello.
De este singular sacerdote se cuentan cientos de historias, todas ellas adornadas de increíbles fantasías, pero en cada una de ellas hay un denominador común, su inquebrantable voluntad, su amor al prójimo, su confianza ciega en la divina providencia, un hombre que en el fondo derramo santidad mientras caminaba por estas tierras. Muchos lo tildaban casi de loco, pero después de su muerte todos hemos reconocido su inmensa santidad, su inmensa humanidad, su inmenso amor, su inquebrantable fe. Tanto es así que por lo que he sabido su congregación habría abierto en Italia un expediente para postularlo a la gloria de los altares y seguramente pronto sabremos que este extraordinario hombre ya ha comenzado su ultimo camino, el de reconocerlo como santo, pero se hará a su modo, paso a paso.

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