domingo, 24 de julio de 2011

LA CAJA FUERTE

Nada hacia presagiar la desgracia que se avecinaba, el día se había mostrado triste, aletargado, con un calor que fácilmente pasaba los 24 grados, pese a que el sol había estado escaso. Las horas pasaban lentamente, los habitantes de Tres Cumbres descansaban después de un día festivo, en que no había faltado ni la comida ni la bebida, solo algunos valientes preparaban sus cosas para hacerse a la mar, la mayoría esperaba el fresco de la tarde, tirado en sus camas, o en la playa, capeaban el calor, muy pocos caminaban por sus calles, muchos menos, por no decir nadie compraba. Don Ramón mantenía su negocio abierto, sin embargo nadie se interesaba por su mercadería, agotado, decidió también cerrar para dormirse una siesta, esperaría el fresco de la tarde para ver sí tenia mejor suerte.

De pronto pequeños movimientos lo despiertan, lo pusieron en alerta, pero no dio mayor importancia al movimiento, atribuyéndolo a su vieja casa que siempre se quejaba de su incomoda posición junto al rió. Sin previo aviso se desato el infierno, un fuerte movimiento telúrico echó por tierra, una buena parte de su estantería, de un salto se puso de pie, pero nuevos remesones lo hicieron perder el equilibrio yendo a dar al suelo, se paro como pudo, pero el sismo sacudía con violencia inusitada toda la estancia. Gritos de terror se apoderaban de todo el pueblo, mientras que la gente se precipitaba a las calles para buscar refugio en descampado. Seguía temblando con violencia, y un ruido ensordecedor brotaba por todas partes, las casas se venían abajo, y los lamentos de los heridos, se escuchaban por doquier. La casa de Don Ramón se acomodo junto a la playa, primero fue una esquina luego la otra, como pudo trancó todas sus puertas, apago su fuego y se dispuso a abandonar su casa, cuando de improviso escucho a sus vecinos que aterrorizados gritaban que venia el mar, volvió al interior para echar un vistazo al rió que generalmente dormía, encontrándolo en forma repentinamente encabritado, miro hacia el oeste y con espanto vio como una montaña de agua de al menos unos veinte metros se precipitaba rió arriba, era una visión espeluznante, imposible de imaginar, una pared de agua reflejada por el sol que corría en forma vertiginosa, con todo tipo de seres vivos que como espectros eran reflejados por el triste sol, un rugido de bestia herida, se cernía sobre el pueblo barriendo a su paso todo lo que encontraba, un ensordecedor ruido borró los lamentos de los vecinos y nunca escuchó las voces que lo llamaban y que le pedían que abandone su casa, quiso arrancar, pero todos sus ahorros estaba en su caja fuerte, toda una vida trabajó, guardada billete a billete en esa caja fuerte, además de sus más valiosas pertenecías, joyas, títulos, escrituras, todo cuanto poseía que no era poco y que era lo único que poseía.
Sus hijos ya habían crecido y habían emigrado en busca de mejores horizontes, su esposa ya fallecida, le había dejado una pequeña fortuna que él con el tiempo había acrecentado de tal modo que muchos consideraban a don Ramón como uno de los mas adinerados y tacaños del lugar. Decidido a proteger con su vida si fuera necesario su fortuna, se sentó en el suelo y espero tranquilo lo inevitable, la gran ola se precipito con una violencia inusitadaza sobre las casas del pueblo, arrancando de cuajo todas las magras construcciones que daban al mar, como la suya ya había sucumbido a la primera sacudida, el agua sola lo sacudió con fuerza, inundando todo de golpe y levantándolo como una caja de fósforo la mantuvo en la cresta de la ola, desplazándolo de un solo golpe a cientos de metros fuera del pueblo, la ola paso destrozando todos lo que encontraba a su paso, dejando tras de si , al rió plagado de escombros, con personas flotando ya muertas y otros aferrados a cualquier palo gritando por sus vidas. Una nueva andanada ahora en sentido contrario lo tiró un kilómetro o más en busca del océano. Don Ramón aturdido se aferró a una ventana y pudo contemplar el dantesco panorama que asomaba por doquier, sin embargo su casa seguía flotando como una embarcación sin rumbo fijo, avanzando, retrocediendo, girando en una loca y bestial carrera sin rumbo , una nueva andana de agua, aunque mas pequeña que la primera lo precipita nuevamente sobre su cresta y la lleva galopando en forma enloquecedora rió arriba pasando por el ya destruido pueblo, que se queja con inusitado dolor, de pronto ve a algunos valientes que amarrados a sus botes hacen esfuerzos por recoger a los heridos o moribundos, unos gritos le dicen que aguante, que trataran de ir por él, pero la corriente los separa cada vez mas, las aguas atormentadas lo hacen ir de un lado a otro, mientras ve como a su alrededor pasan casas, embarcaciones, maderos y de un cuanto hay, sin poder entender lo que pasa, sin tener forma de librarse de esa pesadilla, que aunque dura solo algunos minutos, parece ser la eternidad, una nueva y gigantesca ola lo saca despedido hacia arriba, mientras ve pasar el pueblo en loca carrera, su casa rechina y reclama sin cesar mientras van cediendo poco a poco, las paredes, el piso, los techos, todo a su alrededor gira, don. Ramón aferrado a su ventana ve pasar a sus posibles salvadores sin ninguna posibilidad de darle ayuda, el agua lo cubre todo mientras se aleja mas y más de su pueblo.
Un palo lo golpea fuertemente que lo obliga a soltarse de su ventana, perdiendo el conocimiento se entrega en las manos de Dios, para nunca mas volver de esta horrible pesadilla.

El maremoto había dejado una huella de desolación y muerte en Tres Cumbres, sus muertos se contaban por doquier, y los pocos sobrevivientes hacían esfuerzos por encontrar algún sobreviviente en los despojos amontonados por todas partes. Las mujeres y los niños se fueron juntando en lo alto de una loma baldía, con lo poco que encontraron comenzaron a improvisar destartalados refugios para los niños y los mal heridos, mientras llegaban mas y más heridos y refugiados, los que entre lagrimas y lamentos acomodaban sus escasas pertenencias salvadas de la furia de la naturaleza, gruesas nubes presagian tormenta, para hacer mas grande el sufrimiento de Tres Cumbres, caída la noche regresan extenuados los hombres y junto a improvisadas fogatas y ollas comunes comienzan a repasar sus horas vividas. Todos hacían recuentos de sus seres queridos, de los vivos y los muertos, las historias comenzaron a aflorar poco a poco, de cómo algunos se habían salvado y como los otros habían perecido, de pronto alguien recordó a Don. Ramón y contó como este hombre aferrado a su ventana, se paseaba en las tormentosas aguas y como su casa se resistía a morir, zarandeado como una nuez de un lado a otro, y él, como alma en pena, aferrado siempre a su ventana.

Tres días mas tarde los mas valientes se hicieron a la mar, para ir en busca de los faltantes con la esperanza de encontrar aun a alguien con vida entre tanto escombro amontonado a orilla de los ríos. A unos dos kilómetros del pueblo en la orilla opuesta del río se levantaba un terreno fangoso, cubierto siempre por una gruesa montaña de junquillo, esta había desaparecido bajo los escombros, en ese sector se encontraba la mayor acumulación de basura, restos y pertenecía de los habitantes de Tres Cumbres, hacia allí dirigieron sus pasos, encontrando amontonado todo tipo de especies sin dueños, nada de lo imaginable faltaba sobre los junquillos, desde comida a todo tipo de enseres, los que se encontraban desparramados sobre el cenagal y en medio de él, la casa de Don. Ramón, que pese a los destrozos, era absolutamente reconocible, y aunque herida de muerte, aun sobrevivía a la catástrofe, los hombres avivados por el recuerdo, dirigen hacia allí sus pasos, encontrando dentro de ella casi todas sus pertenencias, lo único que no pudieron encontrar fue a Don. Ramón y su caja fuerte que todos conocían, buscaron por todos los alrededores y no hubo fortuna, por muchos días siguieron estas faenas con la esperanza de encontrar algún rastro del anciano, aunque a muchos lo movía mas bien el deseo de encontrar la caja de fondos que era sin duda la fortuna que podría ayudar a muchos sino a todo el pueblo a salir de su grave situación actual.
Todos los esfuerzos no dieron resultado, nunca se halló, ni la caja fuerte, ni a Don Ramón, el que desapareció por siempre de este pueblo. Familiares que llegaron después de conocida la desgracia,lo buscaron por meses, sin encontrar ningún rastro de ello, agotados, agobiados y perdida toda esperanza, regresaron a sus respectivos lugares, con la ilusión siempre viva de encontrar algún día los restos del anciano o al menos su caja fuerte que significaría sin duda un agradable consuelo. Por meses y años cada cierto tiempo algún familiar se le ve merodeando por el pueblo, buscando alguna información o rastreando los mas insospechados lugares en busca de algún indicio que los lleve a la sabida fortuna.

Muy pronto otra leyenda tomo cuerpo en el pueblo, muchos atribuían la fortuna de Don. Ramón a un supuesto pacto con el caleuche, que lo proveía de abundantes mercaderías, y que este era quien, lo protegía mientras su casa navegaba entre las aguas y que don. Ramón se había ido con el barco fantasma llevando su fortuna para siempre, no dejando mas que su vivo recuerdo aferrado a su ventana, sin proferir palabra, solo aferrado a su ya echada suerte.

Hoy en día los que no creen en el barco fantasma, husmean por los rincones del pantano, con la secreta esperanza de algún día dar con la famosa caja fuerte que les cambiara su vida para siempre, y cuando la varita mágica de la esquiva fortuna toca a algún habitante de Tres Cumbres, no falta quien lo atribuya a que seguramente encontró la caja fuerte de Don. Ramón o que conocedor de la leyenda, haya ofrecido también su alma en un nuevo pacto con el caleuche y que de seguro cuenta ya con una caja de metal en su casa, sino la misma, una idéntica a la desparecida en el trágico día del terremoto.

No hay comentarios: